Más allá del debate, más allá de las ideas, manifestaciones, estrategias, lobbies, más allá de los movimientos políticos, activistas, más allá de la visibilización, más allá de los cuestionamientos, de las teorías conspirativas, de los prejuicios arraigados, de lo que dice la Biblia, de lo que interpretan las religiones sobre lo que dice la Biblia, de lo que interpretan los feligreses sobre lo que interpreta las religiones, sobre lo que dice la Biblia, más allá de las discusiones, de las marchas, de los estigmas, de la generación de cristal, más allá de todo eso que luce muy a tono con la opinión pública, que pareciera configurar un escenario de contradicciones mediáticas, más allá de todo ello, hay una cosa inocultable, incontrovertible, incuestionable.
Las personas LGBT, son más que individuos categorizados en siglas, son realidades, son historias, son vivencias, son fracasos, éxitos, luchas, son vulnerabilidades, resiliencias, nacen, crecen, viven en familias, crecen en estas familias, experimentan toda clase de temores, se enfrentan con inquietudes, desde muy temprano algunos, más tardíamente otros, pero ninguno llega a la adultez sin antes haberse hecho la gran pregunta, sin antes haber mostrado “los signos”, sin antes haberse atrevido a afirmarse en lo que son.
Las personas LGBT no son un chiste, no son solo un mercado, son consumidores, sí, son personas con intereses, sí, no son un juego, no son merecedores de la burla, el escarnio y la simplificación de sus realidades.

En nuestra larga historia hemos tenido que ver a cientos de familias, decenas de historias emotivas, llegar hasta ese momento, toparse con el momento de la verdad, en el que todos, sin distingo, sin discriminación, sin importar a quién amamos en vida, debemos despedirnos, saludar a la muerte y abandonar este mundo.
Somos conscientes de que la vida es tan efímera, de que el tiempo que tenemos es tan corto, estamos tan claros en que todo lo que hagamos por amor, para amar, desde el amor y para la felicidad, es válido y celebrable, que no nos atrevemos a cuestionar quién es el difunto, quiénes procesan el funeral, quiénes son familiares, y quiénes no; porque familia es allí donde hay amor genuino, apoyo, crecimiento, mutuo auxilio, donde no hay excusas para soportarnos, para dejarnos descansar.
Siempre hemos creído que no tenemos ese derecho, el derecho de pedir filiaciones innecesarias, un funeral es un acto de amor, el último acto de amor quizás, el más sentido y solemne, el más franco de todos, allí solo estarán quienes realmente forjaron un vínculo con nosotros, allí solo tendemos las más genuinas muestras de afecto y atención.
En virtud de ello, y a propósito del Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+, quisimos sumarnos, en un gesto simple, sin grandes aspavientos, conscientes de que quizás nuestros servicios no son una prioridad, pero sí una necesidad, a esta lucha, desde nuestro aporte, para decirles a esas miles, a esas millones de personas que han elegido ser felices, que han decidido brillar, por encima del odio, que han preferido besar, antes de golpear, que no se dejan ni dejarán vencer por el prejuicio, que no están solos.

Somos aliados, somos solidarios, estamos con las familias homoparentales, estamos con las personas LGBT, les brindamos el acompañamiento que le brindamos a todas las personas, porque creemos que todos los derechos deben ser para todas las personas.
Y así, celebramos vida, celebramos la diversidad.