
INMORTALIDAD Y PROPÓSITO
La inmortalidad nunca ha sido una característica muy humana que se diga; de hecho, cuando abundamos en la información mitológica, en los mitos centrales de la Tradición, en las discusiones filosóficas y hasta en la literatura, nos encontramos con una inmortalidad que constituye castigo o maldición.
Por ejemplo, en las fábulas de vampiros, la inmortalidad, que es su signo característico, revela un castigo divino; no una ventaja, la inmortalidad es la que les hace seres taciturnos, fríos, cada vez menos cercanos a una posible humanidad inherente a ellos.
Los castigos divinos en la antigua Grecia, casi todos estaban relacionados con la eternidad; un Sisifo obligado a subir una piedra de gran tamaño, por una cuesta, para luego tener que verla rodar hacia abajo y volver a empezar; así como el castigo dado a Prometeo por robar el fuego olímpico, fue que un ave rapaz le comiera el hígado, volviéndose a regenerar este inmediatamente, para ser comido nuevamente.

La eternidad, la inmortalidad no son un ideal muy bien visto, en la psique colectiva y en el imaginario humano; la muerte da coto a la vida y sentido al quehacer diario; la noción de finitud es obligante, apremiante y conflictiva, por consiguiente, en ella radica la necesidad de trascender y trascender no es hacerse inmortal, sino inmortalizar el legado propio, que es la única forma que tenemos los seres humanos de eternizarnos.
Sin embargo, el mito judeocristiano promete una vida, más allá de esta vida; quizás con alegorías que pudieran parecernos utópicas; el retorno al paraíso, la serenidad de una eternidad de descanso, luego de la fatigosa tarea de ser humanos.
Para el mito judeocristiano, la vida es un camino agotador; aunque en la Tradición hebrea, la vida aparece como un camino de aprendizajes, de experiencias, de placeres; como entrenamiento para el mayor de los placeres, pero también como preparación para el gran desafío póstumo.

Así pues, la tarea de crecer y desarrollarnos no termina con la muerte; en el más allá hay nuevas tareas, nuevos desafíos, nuevas empresas para las que nos preparamos en esta; y, de acuerdo con los libros sagrados, quienes no estén preparados, simplemente quedan en el rezago, vagan como muertos, experimentan una eternidad desoladora, porque no tienen propósito.
La vida ha de tener propósito, siempre, esta y la que venga; sin propósito, el ser humano, simplemente, carece de vida.