Se ha vuelto una tendencia el ser optimista; bajo el supuesto de que solo si pensamos positivamente, de que si dialogamos desde una postura optimista y dispuesta al logro; obtendremos éxitos siempre.
Se ha convertido en una creencia bastante generalizada el que el éxito se deba, necesariamente a una buena actitud ante la vida; de hecho, la mayoría de los programas de coaching, tienden a privilegiar la ley de atracción como fórmula para alcanzar los mejores resultados.
El optimismo, sin embargo, no es el único elemento que debe estar presente en una actitud dispuesta al logro; cuando participamos en una competencia deportiva, digamos una maratón de 100 metros planos, no solo tenemos un comportamiento entusiasta; solemos evidenciar entusiasmo por varias razones:
- Nos hemos preparado durante largo tiempo, alcanzando nuestros propios mejores tiempos.
- Confiamos en que podemos vencer a nuestros competidores, porque hemos cuidado cada detalle con precisión.
- Estamos seguros de que, incluso si no ganáramos, vamos a hacer un buen marcador en nuestro historial y ello es importante y nos llena de orgullo.
Nadie va a una competencia, sin haberse preparado para ella, y nadie gana una competencia, sin dar su mayor esfuerzo; incluso siendo superior a los demás competidores, es imprescindible darlo todo para ganar.
Del mismo modo, en la vida, para alcanzar el logro, no basta con el entusiasmo optimista, hay que prepararse, para cada nuevo desafío, enfrentarlo con inteligencia y sopesar cada riesgo que supone la situación; para ello es conveniente que sintamos, esto sí, en positivo, todas las emociones pertinentes.
Por ejemplo, si en nuestro espacio de trabajo hay un ambiente indeseable, en vez de sumarnos al ambiente indeseable, lo más adecuado es imponernos con una emoción que cambie la atmósfera; pero si un compañero pretende abusar de nuestra integridad, la actitud no puede ser: “reparte alegría y color”; hay que ejercitar nuestro poder y evidenciar nuestro enojo con gestos, lenguaje paraverbal y verbal, siempre sin caer en el irrespeto o la altisonancia, pero sí demostrando que la actitud del otro tuvo consecuencias negativas y que no estamos dispuestos a tolerarlo.
Si a su hijo adolescente le ha quedado una materia, usted no le premiará, seguramente; lo más probable es que le reprenda y le haga ver que las acciones irresponsables tienen consecuencias nefastas.
No siempre se puede y se tiene que ser el optimista entusiasta que todos quisieran ver en nosotros; es normal, natural, saludable que nos sintamos tristes, frustrados, ansiosos, enojados, que esas emociones dominen nuestra vida, se conviertan en estados anímicos, prevalezcan siempre y nos hagan perder nuestro centro, haciéndonos comportarnos de maneras poco apropiadas, es otra cosa; nunca debemos ceder de manera completa a las pulsiones, siempre hemos de mantenernos en control de nuestra personalidad, pero identificando la emoción y expresándola enérgicamente.
Las relaciones se sostienen sobre la base de la sinceridad y si un cliente, un empleado, un compañero de trabajo, un familiar, un vecino, solo conoce de nosotros una faceta, no estamos revelándole toda nuestra personalidad, sino apenas una que le es conveniente, lo que significa que no estamos siendo del todo sinceros.
Es importante atrevernos a mostrarnos como somos, a ser un poco más transparentes; lo suficientemente como para demostrar que somos personas confiables, pero no demasiado como para abrumar a todo el mundo con nuestras luces y sombras.
OPTIMISMO SINCERO.
Ahora bien, en cuanto al optimismo, hay que decir que el optimismo sincero aprovecha cualquier situación para hacer de esta una oportunidad, no desde la ilusión, sino desde lo concreto.
Pongamos por ejemplo la construcción de una casa: usted necesita materiales, usted puede escoger los de mejor calidad o los de dudosa calidad; dependiendo de lo que escoja tendrá resultados más o menos óptimos; el optimismo es, entonces, la búsqueda del resultado más óptimo, por lo que usted ve el problema y escoge las herramientas más apropiadas para resolverlo.
¿Qué quiere decir eso? Simple, que, si el problema es que el carro se ha quedado varado a mitad de la carretera, probablemente usted sienta mucha frustración, pero con eso no resolverá el problema, de modo que, esa frustración usted la debe convertir en ingenio para lograr salir de la carretera.
Una actitud optimista no le impide sentir emociones y expresarlas, lo que hace es estimular en usted la transformación de esas emociones para superar desafíos de manera efectiva; si al anterior problema debía sobreponerse la frustración, quizás a otro, le convenga más bien una emoción eufórica.
Por ejemplo, hay una inundación, una calamidad, usted tiene poco tiempo para salvar al mayor número de personas y a usted mismo de la situación, no hay espacio para la reflexión, la toma de decisiones inteligente, usted solo debe salvarse y ayudar a otros a salvarse; en ese caso, necesita toda la euforia posible para hacerlo.
Actuar con rapidez, con velocidad y con agilidad no es igual; se actúe con rapidez cuando se necesita un resultado inmediato, con velocidad cuando se necesita un resultado pronto y con agilidad cuando se necesita un resultado en un plazo determinado; aprender a actuar conforme al tempo de la situación también es una cualidad que se aprende del optimismo.
El optimismo real, el optimismo sincero no posa, simplemente es; las poses suelen provenir de la carencia de optimismo real y de la necesidad de autoafirmarse que se puede, cuando no se cree tal cosa.
El optimismo se permite dudar, se permite cuestionar, se permite la sensación de inseguridad, porque la incertidumbre es un aspecto que cuesta manejar y que pocas veces puede gestionarse apropiadamente; es un factor fuera de nuestro control y por consiguiente se lo valora y se lo sitúa en su justa dimensión.
Se estima que vendamos toda la cosecha de mangos, pero no sabemos cuán saturado estará el mercado, por lo que prevemos que haya una merma de 30 %; tomamos un escenario medio entre el peor de los escenarios y el mejor; no somos fatalistas, ni tampoco triunfalistas, somos optimistas.
Podemos asumir cargas complejas, podemos hacer inversiones riesgosas, podemos tener posiciones cautelosas, cuando actuamos desde el optimismo sincero; otra cosa es el optimismo entusiasta o triunfalismo.
QUÉ HACER ANTE LA ADVERSIDAD.
Se nos ha enseñado que, frente a la adversidad solo se puede vencer; pero la historia de la humanidad, de nuestra familia y nuestra propia historia está llena de fracasos.
La razón por la que quizás muchas personas han otorgado demasiada importancia al optimismo entusiasta, al triunfalismo, es por un inmenso terror al fracaso que se expresa en un potencial antagónico; no podemos permitirnos perder.
Aprender a perder y valorar los fracasos es vital, aprender a perder es tan importante como aprender a ganar; al principio hemos mencionado uno de los factores que nos hacen evidenciar entusiasmo en una competencia; ser mejor que otros, es muy difícil, no está bajo nuestro control, ser mejor que nosotros mismos sí, si en la competencia hemos dado todo lo que teníamos, hemos hecho nuestro mayor esfuerzo, y aun así, hemos perdido, debemos reconocer que el otro lo ha hecho mejor.
La actitud apropiada es prepararnos mucho mejor para la siguiente oportunidad; entender que se puede ganar perdiendo, que a veces la derrota podría ser un elemento estratégico para replegarnos y actuar con mayor fuerza.
La necesidad de superioridad, de victorias, de logros, de éxitos nos ha convertido en una sociedad un poco más torpe que las sociedades antiguas; en el pasado, las sociedades sabían ceder, conceder, de acuerdo con la preparación e idoneidad de los sujetos que la componían, sus roles correspondientes; una imperiosa necesidad de éxito e igualdad nos ha conducido a este optimismo entusiasta que aletarga al ser humano y lo conduce por un camino de ilusiones y falsedades.
Fracasar es importante, no es el ideal de ningún proyecto, pero es importante para aprender de los errores, para corregirlos, para reemprender con una actitud distinta, con una estrategia ganadora.
En conclusión; el optimismo entusiasta es un pote de humo que solemos usar cuando nos sentimos más inseguros de lo que podemos lograr, el optimismo sincero, el verdadero optimismo valora la competencia, los tempos, la inversión de energías y la emoción que debemos usar para alcanzar el logro y también valora la pérdida, calibra el fracaso, prevé el peor de los escenarios y se prepara para él también.
¿Está usted dispuesto a ser un optimista real o prefiere seguir pensando que una buena actitud ante la vida le va a conseguir todos los logros que quiere?