
RESPONSABILIDAD
Cuando se habla de responsabilidad, recurrentemente se piensa en obligaciones, compromisos, trabajo, adultez, toma de decisiones, cumplimiento, puntualidad, y si se llega más lejos, estrés, seriedad, gestos adustos, marcadamente antagónicos a la idea que tenemos de entretenimiento, esparcimiento o diversión.
La responsabilidad, si se quiere, es un concepto con una importante connotación negativa; así como lo es el trabajo o la ira; nadie puede pensar que en estos conceptos haya una posibilidad de escape a la cotidianidad, se piensa, al contrario, que son conceptos aburridos, pesados, cargas que debe llevar un adulto para integrarse en la sociedad.
La responsabilidad, sin embargo, no es necesariamente un concepto con connotaciones negativas, ni pesado, ni marcadamente antagónico a la diversión; sí es, en cambio, un valor que nos permite actuar de manera coherente con cada decisión que tomamos.
Los niños, por ser niños, no dejan de tomar decisiones; ¿son las mejores decisiones? Las que, para sus esquemas cognitivos, sus circunstancias familiares, su situación emocional, pueden tomar, sí; muchas veces son decisiones muy provechosas, otras, no tanto; esto conviene saberlo, porque los niños también son responsables y deben aprender, para poder aprehenderlo como personas, a hacerse responsables por sus acciones.
Las personas, sin importar su edad, experiencia de vida, grado de poder dentro de una organización, rol civil que ejerzan, son responsables por igual; no existen privilegios dentro de una sociedad libre para algunos, todos tienen que asumir responsablemente lo que son, lo que piensan, lo que dicen, y sobre todo, lo que hacen.
Ya se dijo que los niños deben aprender a ser responsables y se dijo pensando en que todas las personas aprenden a ser personas, a ser libres, a ser adultos, desde muy temprano; cada situación, conflicto o victoria, debe convertirse en un aprendizaje para la vida.
Pero, ¿qué pasa con las personas que no aprenden a ser responsables?, que tienen dificultades para asumir sus cuotas de responsabilidad.
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LA CULPA ES TUYA.
Las personas que no cultivan el valor de la responsabilidad, esas personas que tienden a mirar solo a afuera, para encontrar culpables, de lo que ellos son, piensan, sienten, dicen o hacen, de acuerdo con los especialistas han potenciado un locus de control externo, es decir, una voz en la que todo lo que ellos hacen, se debe justificar por una razón ajena a su voluntad.
Para las personas con un locus de control externo altamente desarrollado, no existe un panorama muy feliz que se diga; suelen convertirse en personas quejosas, que buscan en todo enemigos externos, que carecen de confianza, de una voluntad suficientemente fuerte para lograr propósitos; estas personas deciden, inconscientemente, no mirarse a sí mismos como responsables de su propio bienestar o de sus éxitos y de sus fracasos y con esto se alejan cada vez más de una perfecta integración social.
Atribuir culpas es el método más eficiente que tienen las personas irresponsables para librarse de sus propias decisiones y los efectos que estas tienen; por ejemplo: si una persona dice: llegaré puntual, ha hecho un compromiso con otra para verse en algún sitio a una hora determinada, y ha prometido que será puntual, pero se toma más tiempo del estimado en arreglarse, toma una ruta que le quita más tiempo y decide parar a desayunar antes, para no llegar con el estómago vacío a la reunión.
Su justificación, para no hacerse responsable comienza con: no me acordaste, el tráfico en esta ciudad no sirve, me quitaron la luz y por eso tuve que desayunar fuera.
Estas excusas podrían resultar racionales; válidas, pero ellas no justifican que se rompa un acuerdo previo; nadie debe acordarte de tus compromisos, tú debes acordarte y prepararte con antelación, eres suficientemente capaz para escoger una ruta más efectiva en el desplazamiento de un lugar a otro, eres una persona consciente y si respetas el tiempo de otro habrás otra solución al tema de los servicios, que no implique un sacrificio para el otro.
Hacernos responsables de nuestras circunstancias, de los problemas que debemos enfrentar, de las decisiones que hemos tomado, de los compromisos y obligaciones que adquirimos no tiene por qué ser una carga, puede adiestrarse a la personalidad para aprender a asumir su vida, de la manera más placentera posible.
SER FELIZ SIENDO RESPONSABLE.
No solo porque es una satisfacción, el ser responsable debería ya ser una causa de felicidad, también porque es un elemento cardinal de la autonomía, de la libertad; cuando una persona es responsable de sí misma, puede decidir con autonomía lo que es mejor para ella, y esto es el pináculo de la vida; tener el poder, el dominio sobre sí mismo es suficiente motivo para ser feliz.
La responsabilidad y la felicidad se vinculan, cuando aprendemos que los deberes también producen grandes beneficios a corto, mediano y largo plazo; por ejemplo, si adquirimos una deuda con el banco y la pagamos responsablemente, nuestro historial crediticio será óptimo para que, en el futuro, escojamos cualquier banco para solicitar otro crédito.
Hacer nuestro trabajo de manera eficiente y eficaz, dar cuenta de nuestras acciones, con indicadores mensurables, nos permite establecer parámetros para con cualquier empresa que quiera contratarnos, de mérito y calidad; hacernos reputación es indispensable para ser considerado como un activo deseable.
Habituarse a la puntualidad, el trabajo productivo, el cumplimiento de nuestra palabra, el respeto por el tiempo de los demás, el uso más adecuado de los recursos que poseemos, nos hace confiables y prósperos y esas son dos cualidades que otros y nosotros mismos siempre estiman como positivas.
En un rol de poder o una posición de autoridad, la responsabilidad puede convertirnos de ser un ciudadano con buenas intenciones a ser un líder al que la gente estima y valora como necesario, el desarrollo de las responsabilidades en el poder, de las atribuciones como autoridad, dejando ver la creatividad y el ingenio con el que se cumple lo prometido, asegura que podríamos desear mantenernos en esa posición de poder, pues un liderazgo responsable es un liderazgo que se sostiene en el tiempo.
Un liderazgo irresponsable en cambio se deteriora rápidamente, pierde la confianza de la gente, de sus equipos, se hace innecesario e indeseable y muy pronto ya no es un liderazgo, sino un lastre en esa posición de poder o autoridad.
Los liderazgos comunitarios y los liderazgos sociales más efectivos son aquellos que tienen un alto nivel de compromiso y demuestran con cada acción que pueden hacerse responsables, de sus propias decisiones y de las decisiones que les encomiendan.
Un empresario honesto, que piensa en el bienestar de sus trabajadores, en la satisfacción de sus clientes, en el crecimiento de su negocio, en el mejoramiento de la sociedad, a partir del incremento en la productividad de su empresa, que se traza objetivos cumplibles y mensurables, que se hace cargo de las situaciones más complejas y aprende a delegar auténticamente responsabilidades en su equipo, demuestra un ejercicio del poder y de la responsabilidad superiores, este tipo de empresarios exhibe éxitos frecuentemente y se transforma en un líder empresarial.
La responsabilidad, entonces, es signo inequívoco de liderazgo, de confianza, de autonomía, de bienestar; desarrollar este valor es importantísimo para garantizar el éxito personal y comunitario.
Como conclusión, reflexionemos: ¿Estamos siendo responsables? ¿Hasta dónde llega nuestra responsabilidad? ¿Podríamos extralimitar nuestras responsabilidades? ¿Asumimos responsabilidades de otros para sentirnos mejor? ¿Debemos enseñar a otros a ser responsables? ¿En qué momento hemos sido irresponsables? ¿Aprendimos de nuestros errores y fracasos?
Si podemos responder con completa sinceridad estas preguntas, podemos decir, sin lugar a dudas, que somos responsables.