
DIMENSIÓN DE LAS PASIONES
De acuerdo con la profesora Ivonne Bordelois, la noción de pasión es relativamente moderna y se ha venido construyendo a través de intrincados meandros, semejando un viaje hacia una profundidad compleja y esquiva, pues, etimológicamente, las diferencias entre pasión y emoción son casi nulas; no existiendo una raíz lexical originaria, que dé lugar a una concreta diferenciación del ámbito que le corresponde en la dinámica de los sentimientos.
Esta perspectiva académica, de una lingüística dedicada al estudio etimológico de las pasiones, nos brinda un marco extraordinario para comenzar este artículo que, no pretende ser exhaustivo, pero en el que abordaremos un complejísimo tema que reviste notoria relevancia en el manejo de las emociones.
La pasión es definida como un sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón; desde la óptica psicológica, son respuestas afectivas, receptivas que, al influir en el pensamiento y en la voluntad, perduran en el tiempo; un ejemplo claro sería:
Digamos que, al enterarnos de la muerte de alguien, sea cercano o no, sentimos tristeza, como emoción, es una respuesta inmediata al estímulo externo que cambia nuestro estado de ánimo; momentáneamente; ahora bien, digamos que esa persona que murió era un vecino o un familiar lejano, muy querido, lo más probable es que esa emoción nos cause una manifestación física más profunda; como el llanto, por ejemplo y un sentimiento de dolor y quizás ese día y tal vez durante varios días más, pensemos en los buenos momentos que pasamos con esa persona y tengamos el impulso de llorar, lo más probable es que necesitemos conversarlo con alguien, manifestar nuestro sentido de pesar con los deudos; esa manifestación de tristeza es apasionada, porque hay un vínculo cercano.
La tristeza per se no produce llanto, sino un sentimiento de reflexión, de detención para ponderar serenamente la situación, desde una mirada al interior de nosotros o al interior de otros, puede hacer emerger la empatía, pero cuando se vive desde la pasión, la manifestación física es evidente; se expresa con potencia, con vigor.
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Siguiendo el mismo ejemplo, si quien ha muerto es un ser más próximo y, además, las circunstancias han sido particularmente infaustas; digamos, un hijo, un padre, abruptamente, la tristeza no solo será dimensionada desde la pasión, sino que irá más allá, tendremos un profundo sentimiento de dolor, la sensación de duelo, de pérdida, de ausencia, de abandono, resulta de la mezcla con otras emociones; en el nivel más profundo de la pasión hay distintas emociones involucradas.
Habiendo ilustrado los niveles de profundidad, la pasión entonces puede entenderse como la expresión compleja de las emociones racionalizadas,
Mientras que los sentimientos son manifestaciones pasionales, de más de una emoción mezclada; eso que llamamos coloquialmente: sentimientos encontrados.
¿Para qué sirven las pasiones?
La pasión, transforma nuestro carácter positivamente, nos permite expresar visiblemente la alegría, en forma de entusiasmo, de gozo, la ira, en forma de reivindicación, de lucha, el miedo, en forma de defensa, de audacia, la tristeza en forma de empatía, de solidaridad, de esperanza.
Por supuesto que también existen pasiones negativas, pero si nos concentramos en las que elevan nuestras emociones y nos permiten manifestar nuestra afectividad de manera productiva, ese apasionamiento se volverá virtuoso; de modo pues que el manejo de nuestras emociones y la visibilidad en forma de pasión, puede hacernos ganar pues, en el amor, seremos más románticos, en el combate seremos más justos, en un momento de emergencia, seremos más organizados, en una situación adversa, seremos más empáticos.
En el duelo, ser apasionados es normal; pero las pasiones deben entrenarse; el dolor por la pérdida física de alguien no puede convertirse en una sensación de desesperanza, debe auxiliarnos la certeza de que el cuerpo físico ya no encarna a la persona que ha partido, pero su alma inmortal vive en nuestro recuerdo, en su legado, más allá del cuerpo que ha dejado; nos ayuda a hacer que el duelo sea más llevadero, que genere en nosotros un cambio positivo.
¿Cómo se entrenan las pasiones?
Ahora bien, ni las emociones, ni las pasiones deben ser reprimidas, ni pueden ser contenidas, ni son pasadas desapercibidas; por tanto, la gestión afectiva comienza por reconocer las emociones; por saber cuándo las sentimos y qué las activa, pero sobre todo, para qué nos sirven; si vemos un acto de injusticia en la calle, seguro que sentiremos indignación, es la respuesta de la ira y denunciar ese acto de injusticia nos permitirá darnos cuenta de una posible solución: ayudar a la víctima, socorrerla, tenderle la mano, apoyarla en cuanto podamos, con genuino interés.
Las pasiones se entrenan vivenciándolas conscientemente; aprendiendo de ellas, sintiéndolas y ejerciendo sobre ellas nuestra voluntad, cuando aprendemos a dominarlas, reconociéndolas y calibrándolas, de acuerdo con la dimensión del estímulo, entonces hemos logrado que nuestras respuestas afectivas sean coherentes con los estímulos externos, que coincidan con nuestros principios y valores y les den expresión en el plano de las relaciones que sean consistentes con nuestras actitudes hacia la vida.
Reconocerlas, entender para qué sirven, calibrarlas y dominarlas, de acuerdo al contexto, sabiéndolas ajustar, nos permitirá tener un mejor manejo de los entornos, de las relaciones, comprendiendo cuándo hay atmósferas que podemos evitar y cómo transformar climas emocionales tóxicos para nosotros.
Expresar nuestras emociones de forma apasionada no es lo único que debemos hacer, también hay que hablar de ellas, racionalizarlas, no en el momento en que las sentimos, pero sí luego, detenernos a pensar, movilizar nuestra razón para entender qué estímulos nos afectan más y cuáles nos afectan menos y los porqués; qué asuntos debemos conciliar nosotros primero para que estas emociones no nos dominen.
Por ejemplo, la impaciencia es una pasión que refleja ira, en un tono de frustración, sentimos que “no tenemos” tiempo, que estamos perdiendo oportunidades, que no merecemos esperar tanto, que la inmediatez es lo natural, esa perspectiva tan irreal del tiempo, de los procesos, de la espera, nos hace impacientes; la vida consiste en saber esperar, en vivir los procesos con serenidad, en apresurarnos, sí, pero sabiendo que existen tiempos y tempos, y que hay cosas que podemos manejar y otras no; lo contrario a la impaciencia sería la constancia, una emoción que revela fortaleza, capacidad para resistir, para esperar, para conquistar la adversidad siguiendo ritmos que no podemos controlar.
En conclusión.
De todo lo anterior aprendemos que la pasión es profunda, que deriva, cuando se entrena, en virtudes, que nos conduce al mejoramiento, que es necesario expresarnos con pasión, que es saludable manifestarlas y que es conveniente reflexionar, racionalizarlas, una vez que las hemos experimentado, para que nos conduzca a sus orígenes, para conocernos mejor, para comprendernos y saber qué debemos transformar y qué podemos hacer para transformar nuestros entornos.
Las situaciones difíciles, las adversidades, los estímulos externos que entendemos como negativos no definen la naturaleza de nuestras emociones; lo que somos, en esencia, sí, si usted expresa negativamente una emoción o se apasiona negativamente por algo, no es porque haya un estímulo negativo, es porque usted reacciona negativamente; esto es de vital importancia, entender que todas las emociones son capaces de modificar nuestra realidad en la misma medida en que tienen el poder de hacerlo, desde una actitud positiva.
Si estamos de acuerdo, tenemos a la pasión, de nuestro lado.