
ABANDONAR LA NOSTALGIA
¿Cuándo notamos que nos hacían falta sus abrazos, sus ocurrencias, sus regaños? ¿Cuándo sentimos que le echábamos de menos?
Con un año que viene encima, en el que pareciera que seguiremos restringidos, confinados, aprendiendo a sortear las contingencias del Covid-19; no solo en Venezuela, sino en buena parte de este hemisferio, nos preguntamos; ¿extraña usted alguna cosa de su pasado? ¿qué es lo que más extraña de su pasado? ¿ha sentido nostalgia? ¿hasta qué punto?
Acostumbrados a la nostalgia
En nuestro país nos hemos acostumbrado a vivir de la nostalgia, como una forma de mitigar la angustia que nos genera la compleja situación política y económica que vivimos, como una manera de enfrentar la crisis de valores que se observa dondequiera; pero ¿es saludable vivir en la nostalgia? ¿qué tanto conviene extrañar lo pretérito?
En una entrega anterior les hablábamos de la nostalgia, como un sentimiento que nos ayuda a reconfortarnos, porque nos permite recordar lo bueno, y lo aprendido, de nuestro pasado; pero hay nostalgias que comienzan a ser un lastre, un pesado fardo que se hacen imposibles de llevar y allí es cuando la ayuda se nos hace perentoria.
La expresión: “Alguna vez fuimos felices” o “cuando éramos felices y no lo sabíamos” revela en nosotros una ausencia de comprensión de la felicidad; confundiéndola con gozo o alegría; la felicidad es la tenencia de aquello que supera cualquier ponderación: la vida, por ejemplo, la salud, la inteligencia o consciencia de ser quiénes somos.
No dejes de revisar Nostalgia
Cuando nos acostumbramos a vivir de la nostalgia, olvidamos el presente, nos estancamos en el pasado y desaprovechamos la oportunidad de seguir adelante, de evolucionar, de crecer, de desarrollar y desplegar frente a nosotros el futuro posible. Muchas veces, aunque lo entendemos, nos quedamos estancados en un luto permanente; un duelo inamovible que solo remueve en nosotros el dolor, la tristeza y el sufrimiento; esos lutos o duelos constantes no son saludables; el duelo debe dar paso siempre a nuevos estadios, en los que aprendemos que las cosas, las épocas, las personas, nuestras circunstancias, cumplen ciclos, que comienzan y acaban.
La vida está hecha de ciclos
Todo final es el principio de algo nuevo, incluso la muerte, pues cuando dejamos de existir en este plano, nuestra consciencia, nuestra memoria, permanece en otros planos, y suponemos, porque todos los enfoques de la Tradición así lo atestiguan, que vive en un mundo donde desarrolla nuevas habilidades.
Si la muerte misma no es el final definitivo, ¿para qué entonces considerar que lo que terminó no debió haber terminado? ¿para qué quedarnos estancados, queriendo remover recuerdos y reescribir la historia para justificar la vuelta a esos momentos?
La saludable, lo conveniente, lo conducente, cuando las circunstancias nos traen nuevos escenarios que explorar, cuando la dinámica a nuestro alrededor nos ha cambiado la vida, cuando comienzan a transformarse, frente a nosotros, las cosas, para dar lugar a un nuevo paradigma, es asimilarlo, aceptarlo y quedarnos, desde luego, con aquello que podemos aprovechar, de nuestro aprendizaje, de nuestra trayectoria pasada, en el nuevo mundo que construimos. Superar estos obstáculos, los de la nostalgia, no es cosa sencilla, pero si es importante que lo hagamos y cuanto antes; porque mirar hacia el frente es el único modo que tenemos de progresar, como hemos dicho, aprovechando nuestro bagaje, los valores que nos sirven para confrontar los desafíos que se nos presentan a diario, pero sabiendo que debemos adaptarlos, a una realidad que no debe superarnos.
De cara al futuro
El año próximo tenemos ante nosotros una maravillosa oportunidad de consolidar lo que este año nos tomó por sorpresa, podemos emprender los cambios que necesita nuestro negocio, aprender a manejar la tecnología de una manera más práctica, abrazar y adaptarse a la realidad que tenemos en un sentido unívoco: para cambiarla o ajustarla a ser una realidad conveniente, es indispensable hacerlo jugando en su cancha, no en canchas pasadas.
Ciertamente, mucho de nuestra realidad actual merece ser cambiado y no debe ser tolerado, pues constituye agresión a nuestra dignidad; para tener el poder de cambiarlo y de hacer prevalecer la justicia y la verdad, el mérito por encima de todo y la excelencia como guía de nuestros proyectos es indispensable que dejemos de ir en reversa, cambiar la dirección y dar pasos firmes orientados por nuestra visión prospectiva.
Vamos a superar la nostalgia, dejemos de extrañar las cosas, echar de menos no basta, vamos a recabar y a organizar todo lo que hemos aprendido, vamos a darle forma a nuestra perspectiva, vamos a entender, mirando sin prejuicios, qué tenemos a nuestro alrededor, cuánto es aprovechable y cuánto no, y vamos a aprender que la felicidad nos acompañará siempre que valoremos los imponderables con que contamos: vida, salud y consciencia.
¿Nos atrevemos?