
NOSTALGIA
Llegamos a diciembre y la proximidad de las fiestas y el fin de un año para dar comienzo a otro, suelen hacernos mirar hacia atrás, recordar lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer, la nostalgia, la saudade, la añoranza, esa melancolía que nos absorbe por instantes, es parte de la misma época, de una temporada en la que se remarcan las ausencias, las lejanías, en la que aparece una morriña que muchas veces nos conduce al llanto.
¿Las penas con pan son menos?
Durante las fiestas solemos preparar un montón de platillos que nos agradan al paladar; en Venezuela particularmente las hallacas, el pan de jamón, la ensalada de gallina y los dulces, nos hacen rememorar cenas pasadas, la receta de la abuela que ya no está con nosotros, las ocurrencias del tío, la presencia siempre inocultable de nuestro amor de tantos años; somos seres de hábitos, de costumbres sobre las que se asientan nuestros paradigmas.
El pan no hace menos las penas, pero las mitiga, o eso dicen algunos; porque cuando reconocemos que una parte de ellos, de quienes no están más con nosotros, vive en nosotros, comprendemos que, en ese plato, no solo hay épocas mejores, momentos felices, gente querida, tierras anheladas desde el exilio emocional, también hay un legado, una herencia de la que no podemos desprendernos.
Muchas personas, inmigrantes, para sobrellevar la distancia, suelen acompañarse de nuestras alegrías gastronómicas, suelen incluso aprender lo que, cuando vivieron acá, nunca hicieron, a cocinar esos ricos platos que nos hacen sentir más venezolanos; las penas, los duelos, los recuerdos no solo nos atacan cuando hemos perdido a un ser querido, también nos conminan y nos abruman cuando estamos lejos de un país al que quizás comenzamos a valorar una vez que nos fuimos.
No dejes de revisar Vivamos agradecidos
Ese es el alma… El almanaque.
La vejez consiste, principalmente, en entender que lo aprendido nos sirve para enseñar a los que vienen detrás, pero, ¡cuidado! No por ser maestros, tenemos a Dios agarrado por la barba; enseñar es ponerse en el lugar del que no sabe, para hacerle ver lo que permanece velado ante sus ojos; y para hacerlo bien, es indispensable que veamos al mundo como el otro lo hace.
La nostalgia, nos ayuda a recordar, puestos en el lugar de otros, esos momentos en que nuestras torpezas, nuestros tanteos, nuestros devaneos, nos pusieron en la situación en que aprendimos a ser lo que somos; el aspecto positivo que tienen las fiestas es que, con ellas, nos aprendemos a perdonar, registrando todo pasado no desde la recriminación o la culpa, sino desde la comprensión y libertad.
No solo el año ha llegado a la vejez, nosotros también somos un año más viejos, un año que nos ha pasado y nos ha dejado mucho para hacer, por hacer y hecho; un año en el que agradecemos y en el que revisamos esos detalles que nos cuestionamos; con las fiestas también quemamos esos cuestionamientos, nos damos por pagados, la experiencia cala y cimenta o trastoca nuestros valores.
Del mismo modo hacemos todos los esfuerzos por prolongar nuestra vida, por aprovecharla, mientras la tenemos, mientras es “nuestra”, la cuidamos, la enriquecemos, la miramos como una oportunidad única, aun cuando haya quienes creen que regresamos en otros cuerpos, la vida que vivimos, esta, en esta corporeidad, en esta época, es una sola vida, una vida irrepetible, lo que hagamos o dejemos de hacer, no podrá repararse, en esta vida.
Año nuevo, vida nueva…
Los días finales del año, cuando vienen a nuestra ventana las escenas brumosas del pasado, o cuando recordamos a quienes nos prodigaron amor y generosidad, cuando estamos más conscientes de las ausencias y las lejanías, es conveniente que también hagamos inventario de qué queremos que perdure, que pase con nosotros al año siguiente y qué vamos a desechar en el olvido.
Que lo hagamos conscientemente, que no le dejemos al azar esa penosa tarea de tener que decidir por nosotros lo que hemos vivido y que ello ha producido en nosotros; solo así aprendemos a cultivar la sabiduría, añadiendo conocimiento a cada experiencia vivida.
En estas fiestas te recomendamos anotar en un papel los nombres de las personas, de los lugares, de los momentos, que cambiaron tu vida y que, aunque todavía estén, quizás, por algún motivo, no los tienes cerca; anota también eso que hicieron por ti, lo que te enseñaron, bueno o malo, la experiencia que te permitieron vivir y por qué deberías superarla y qué quieres que se quede contigo.
Al terminar esto, haz tu lista de deseos para el año nuevo, consciente de cuál es tu capital, cuál es tu patrimonio, qué tienes y qué te sirve para lograr tus cometidos futuros.
Para triunfar mañana, muchas veces es imperativo volver la espalda para mirar el ayer.