Al amor, si hubiera que dibujarle límites máximos y mínimos, respecto de los gestos que lo configuran como actitud, tendría en su extremo máximo al sacrificio, ese que se revela en el amor maternal, sobre todo y del que el Psicólogo Erich Fromm abunda en su obra “El Arte de Amar” y en el extremo mínimo a la gratitud, como uno de los gestos más sublimes que somos capaces de mostrar los seres humanos hacia otros.
En esta entrega nos enfocaremos en la gratitud; como ese gesto que tenemos hacia quienes consideramos poseen el mérito de recibirlo y las formas en que lo demostramos, además de los efectos que tiene en nuestra personalidad, ser agradecido.
¿Qué es la gratitud?
La gratitud es una actitud, que tiene un sustrato racional, pues agradecer, dar gracias, ser agradecido implica valores y en muchos casos agradecer es un principio, toda acción benéfica en nuestro favor debe corresponderse, de acuerdo con la moral universal, con un acto de agradecimiento; en el plano de lo espiritual, agradecemos por los dones que nos brinda la Providencia.
Dar gracias es un acto racional, si alguien nos concede algo, coopera con nosotros, colabora en alguno de nuestros propósitos, si está presente, si nos brinda su apoyo, lo correcto, es agradecer. Pero también la gratitud tiene su sustrato emocional, pues ella no solo es un acto mecánico, ni una obligación moral, o reacción condicionada; cuando agradecemos, lo hacemos desde la satisfacción, sentimos placer al agradecer y agradecemos la generosidad del otro, generalmente.
No se ha visto todavía que brote, espontáneamente, la gratitud, del miedo, o de la ira; la gratitud es producto de la dicha que alguien o algo nos produce; pero también solemos agradecer cuando reflexionamos; es decir, que también está relacionada con la tristeza, porque la empatía, la noción del otro, son aspectos de la tristeza positiva.
Esto es interesante, cuando lo observamos en un servicio funerario; asistir al funeral de alguien, muy querido o apreciado, es un gesto de gratitud; el homenaje que hacemos, lo dirigimos al alma de quien ha fallecido, el cuerpo y el trato honorable que le damos, es signo de nuestra gratitud hacia quien ya no habita ahí, pero que permanece, de algún modo, sujeto, en nuestra consciencia, a ese cuerpo que lo hace real para nosotros.
La gratitud en ausencia del otro, cuenta tanto como la gratitud que dirigimos a quien está presente; cuando agradecemos las muchas cosas que vivimos junto a esa persona, o el legado que esa persona nos ha dejado, sea explícitamente, con palabras o implícitamente, con acciones, demostramos que esa persona tiene un valor importante en nuestra vida.
¿De qué forma demostramos la gratitud?
Hemos dicho que la gratitud es una actitud y, por consiguiente, esta debe reflejarse en nuestro comportamiento; es decir, tiene una dimensión conductual que se expresa, como dijimos antes, explícitamente, verbal o paraverbalmente, en los gestos comunes de agradecimiento, decir gracias, en los tonos más apropiados, con los énfasis que le asignan el grado de emotividad que le queramos imprimir, y gestualmente, cuando hacemos ademanes de gratitud.
También existen formas no explícitas, pero sí implícitas de agradecer y estas formas suelen acompañar las formas explícitas, otorgándole mayor significado.
¿Cómo agradecemos?
Agradecemos cuando somos consecuentes; cuando honramos el legado de quienes amamos, estén vivos o no, cuando le damos valor a lo que nos brindan, cuando atesoramos los momentos amenos, cuando devolvemos con placer un favor o hacemos regalos significativos, cuando protegemos, defendemos o aseguramos a alguien, cuando trabajamos por hacernos mejores, cuando escuchamos consejos, cuando ponemos en práctica recomendaciones, cuando estamos dispuestos a oír sugerencias y a aplicarlas en nuestra vida.
Nos agradecemos a nosotros mismos cuando nos apreciamos, construyendo cada día esa idea del mejor ser humano que podemos llegar a ser.
Agradecemos a la vida, al universo, a Dios, al planeta, cuando hacemos que nuestras acciones sean trascendentes, que vayan más allá de la simpleza de sobrevivir, cuando no solo nos preocupamos por los demás, sino que hacemos algo por ellos, algo concreto.
¿Para qué agradecer?
Cuando somos agradecidos, no solo demostramos afinidad o empatía hacia los demás, ni solo admitimos la felicidad que se deriva de la gratitud hacia los bienes mayores que poseemos; cuando somos agradecidos estamos devolviendo energías positivas, estamos construyendo un círculo virtuoso en torno a nosotros y esto quiere decir que al ser agradecidos estamos, de alguna manera, sintonizándonos en una frecuencia que, psico-socialmente, nos posiciona, en la interdependencia.
Cuando somos personas interdependientes no solo somos capaces de producir logros individuales, sino que además somos capaces de construir logros comunes con otros, somos capaces de trabajar en nosotros y cooperar con otros.
Agradecer nos permite crecer, desarrollarnos como personas más auténticas, más libres, nos aproxima a otros, nos vincula significativamente con otros, nos proporciona además un sentido del honor y un espacio para el despliegue de nuestro amor que nos conecta en todas direcciones con experiencias gratas, nos hace agraciados.
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Dar gracias es un gesto que debemos cultivar más, la gratitud no es una obligación, pero sí un deber que, voluntaria y conscientemente, podemos comenzar a aplicar, para sentirnos mejor, para aprovechar lo bueno, para vibrar en sintonía con otros, para construir y labrar un camino que nos acerca al éxito.
Para finalizar, queremos darle a usted, las gracias, por haber leído y entendido lo que quisimos expresar, queremos agradecerle y hacerle la invitación a que nos devuelva su opinión, para nosotros es importante.
Gracias.