
AMAR A LOS AUSENTES
Aunque es cada vez más frecuente relacionarnos con otros a distancia; la más grande prueba de amor que puede experimentar una persona es amar a otro, en su ausencia; y no nos referimos a la fidelidad de pareja o al perdón a los padres que, por la razón que sea, han abandonado a sus hijos; nos referimos sí a amar después de la vida; cuando del otro solo nos ha quedado su memoria.
Amar el recuerdo, las vivencias, los momentos más dulces, y también honrar aquellos que, en el instante pudiéramos haber percibido como amargos; porque la presencia de ese otro sobrevive, de una manera milagrosa, cuando aferramos a nosotros lo más valioso que nos dio, cuando trascendemos sus contradicciones y concentramos en él toda nuestra gratitud.
Podríamos dar muchos consejos sobre cómo sobrellevar el duelo, sobre la importancia del luto; podríamos profundizar en la teoría psicológica y dar herramientas que quizás usted necesite, pero que no sabe cómo manejar; podríamos, es verdad, pero hemos preferido empezar por aquí, porque es importante valorar al amor en su justa dimensión y afirmar el poder que tiene para que, sabiendo cultivarlo, sea reparador.
Mucha gente se prepara para decir adiós, familiares, amigos, de personas que padecen una enfermedad crónica; hijos, sobrinos, vecinos, a esos padres y abuelos que lo han dado todo; pero no mucha gente se encuentra verdaderamente preparada para el día después; cuando los actos fúnebres con que han decidido despedir a sus seres queridos han quedado atrás, cuando la rutina empuja la fibra más sensible y obliga a pensar, a requerir a quien se ha ido.
En esos momentos, constantes, frecuentes, es cuando debe prevalecer el amor; esa fuerza arrolladora que abarca cada resquicio de nuestra vida, porque ¿qué mejor cura hay para esa sensación de soledad? ¿qué bálsamo va a mitigar el dolor de la pérdida mejor que el amor? Solo el amor puede consolar, únicamente el amor puede llenar el vacío que se ha generado; y sí, no será fácil y a veces se confundirán los sentimientos, pero siempre ha de buscarse el modo en que impere el amor.
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El amor es una actitud que involucra todas las emociones en su forma positiva; el amor es motivador, imprime de energía vital nuestra consciencia y fortalece nuestras relaciones, el amor también es placentero, nos permite gozar y celebrar; el amor es reflexivo, con él aprendemos a distinguirnos del otro y a mirar al otro como es auténticamente, nos permite aceptar y mejorar y además el amor nos impulsa a callar, a disminuir la marcha cuando hace falta ir con cautela; el amor es estrategia, es inteligente, locuaz, aventurero.
Todo ello nos permite entender que nuestras relaciones no se extinguen nunca; que los vínculos no se rompen, que la presencia física del otro se transforma en presencia espiritual, que aquello que antes era asible, ahora es un tesoro que nos hace afortunados, porque nos brinda la posibilidad de transmitir a otros, con toda libertad, la mejor versión de quien no está, para preservar su memoria, sus actos, su vida;
Y es esa última misión la que va dándonos cada vez más tranquilidad; debemos elegir entre dejar de hacer y con esto detener la marcha de nuestra vida y de las vidas de quienes nos precedieron o hacer más, en memoria de; para elevar su recuerdo, para siempre tenerlo presente; rendir tributo con cada paso que damos hacia adelante es el mejor de los caminos y la evidencia innegable de que se puede amar a los ausentes.